domingo, 14 de marzo de 2010

La horrible sensación punzante de la puerta que no abre cuando bajamos el picaporte, de la lapicera que se queda sin tinta en el medio de una frase, de la luz que se apaga de golpe, de leer a un hombre que hace veinte años escribió sobre cambiar el mundo y pensar que nada ha cambiado... Entonces me atrapa el atardecer en el campo, rebalsa una luz que atraviesan las nubes y me atraviesa a mí, llena el viento de polvo naranja que mancha al cielo y a todas lo demás, leo a ese hombre, leo al final de la línea la palabra revolución, me doy cuenta que me he equivocado, ese hombre logró cambiar algo: a mí.
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.
Eduardo Galeano