sábado, 3 de septiembre de 2011

Estabamos desnudos, Ella soñaba para apaciguar el temor. Me dije para mí “olvidar la historia interior, volverse sin tiempo”.

El le paso su dedo en medio del pecho, de arriba hacia abajo, dibujando una línea, y cual si fuera un cuchillo le abrió las carnes. Con una aguja enhebrada le dio una puntada y jaló del hilo, haciéndole girar el corazón en su eje. Después volvió a pasarle el dedo pero esta vez en dirección contraria, cerrando la herida lentamente. Acto seguido se repitió el procedimiento a El mismo.

Abrí los ojos y me reincorporé, El tenía una aguja en su mano, estaba cabizbajo. Levantó la mirada, me sonrió, se acercó con secreto, tomó las puntas de mi cabello y tiró suavemente hacia atrás, haciéndome recostar mientras su cuerpo caía encima del mío. No tenía sueño pero el vaivén de su pecho diáfano me adormeció.

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