jueves, 4 de agosto de 2011

Los miro en la ventana, rodeada de sombras que no provienen de ningún cuerpo, seres sin rostro, dibujos lejanos, pequeñas figuras que parecen actuar para mí. Pienso en ellos como si fueran un momento espontáneo y la vez ensayado para incorporarse en mis sentidos, una representación que al finalizar, termina con su existir. Y así, una y otra vez, las luces se prenden y apagan, los actores de las ventanas se mueven, se miran, se tocan, danzan al compás del rugir del mar bajo estrellas inquietas que al término de cada acto aplauden entusiastas.

Y cuando el día llega, el telón se cierra, la obra acaba para que hombres y mujeres respiren entre cuatro paredes, aunque detrás de bambalinas los seres de sombra siguen bailando entre la luz.

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